Estuvo en el Colegio del Naranco hasta 1977 y dejó una profunda huella en muchos de los que tuvimos la suerte de compartir su amistad.
Profundamente leal, amigo de sus amigos, siempre destacaba por su generosidad y compañerismo.
No olvidaremos su sentido de la hospitalidad; algunos tuvimos el privilegio de estar en su casa y que su entrañable madre (q.e.p.d) nos tratase como a alguien de la familia.
Hoy por la tarde desde el tanatorio de Laviana, los familiares y amigos lo despediremos con tristeza, pero con la sensación de que nos deja un recuerdo imborrable.
Descansa en paz, Capellín.